¡Hasta siempre, Maestro!
“La computadora no es una máquina inteligente que ayuda a gente estúpida, de hecho, es una estúpida máquina que funciona solo en manos de gente inteligente”.
Umberto Eco
El pasado día 19 fallecía en su casa de la capital de la Lombardía, Milán, a los 84 años de edad, un italiano universal y uno de los más grandes autores de las últimas décadas, el irrepetible y sabio Umberto Eco, premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades del año 2000, y otros muchos más.
Fue miembro del Foro de Sabios de la Mesa del Consejo Ejecutivo de la Unesco y Doctor Honoris Causa por treinta y ocho universidades, entre ellas: la Universidad de Lieja, Bélgica (1986), la Universidad Complutense de Madrid, España (1990), la Universidad de Tel Aviv, Israel (1994), la Universidad de Atenas, Grecia (1995), la Universidad de Varsovia, Polonia (1996), la Universidad de Castilla-La Mancha, España (1997), la Universidad Libre de Berlín, Alemania (1998), la Universidad de Sevilla, España (2010), la Universidad de Burgos, España (2013) y la Universidad de Buenos Aires, Argentina (2014).
También fue galardonado en muchas ocasiones. Ejemplo de ello son la Medalla de Oro al mérito de la cultura y el arte (Roma, 1997); Caballero Gran Cruz de la Orden del Mérito de la República Italiana (Roma, 1996); Ordine Pour le Mérite für Wissenschaften und Künste; comendador del Orden de las Artes y las Letras, en Francia; el Premio Strega, el Premio Médicis, el Premio Bancarella, el Premio del Estado Austriaco para la Literatura Europea.
Fue miembro honorario de la Asociación James Joyce, de la Academia de Ciencias de Bolonia, de la Academia Europea de Yuste, de la Academia Americana de las Artes y las Letras, de la Real Academia de Bélgica, del Umiejętności Polska Akademia (Academia Polaca de las Artes), del Colegio de Santa Ana de Oxford y de la Accademia dei Lincei.
Aunque fue propuesto en infinidad de ocasiones para el Premio Nobel, jamás le fue concedido. No estaría de más que se lo otorgaran ahora en reconocimiento póstumo… ¡lo merece!
Su obra
Uno de sus libros más leídos y vendidos fue su primera novela: “El nombre de la rosa” (Il nome della rosa, 1980). Thriller policiaco ambientado en el siglo XIV (Edad Media). En ella se investiga y resuelven los crímenes cometidos en una abadía benedictina del norte de Italia provista de una impresionante biblioteca. El detective protagonista es un monje franciscano, Guillermo de Baskerville, que evoca por igual a Sherlock Holmes y a Guillermo de Occam (una forma de los que Eco llama "apocalípticos", pero que en realidad resulta ser un protector de la cultura) y su antagonista, Jorge de Burgos, evoca a su vez a Jorge Luis Borges (el intelectual "integrado", que a su vez resulta ser "apocalíptico" y quien incendia la biblioteca). Junto a ello se explora la herejía de los Fraticelli y una historia de amistad entre Adso de Melk y su maestro Guillermo y de descubrimiento del amor por el primero. En 1986 se estrenó la versión cinematográfica, interpretada por Sean Connery, Christian Slater y Ron Perlman. Se trata, pues, de un híbrido entre novela histórica, novela policíaca y thriller cultural (género que creó esta novela), en el sentido de que se propone buscar un libro perdido (el segundo de la Poética de Aristóteles). De este “best seller”, traducido a varios idiomas, se llevan vendidos más de 30 millones de ejemplares en todo el planeta, lo que nos da cuenta de su éxito mundial.
Otras obras igual de exitosas de este insigne escritor, apodado “Il Professore”, son:
El péndulo de Foucault (Il pendolo di Foucault, 1988)
La isla del día de antes (L'isola del giorno prima, 1994)
Baudolino (Baudolino, 2000)
La misteriosa llama de la Reina Loana (La misteriosa fiamma della regina Loana, 2004)
El cementerio de Praga (Il cimitero di Praga, 2010)
Número cero (Numero zero, 2015)
Su vida
Nacido el 5 de enero de 1932 en la ciudad piamontesa de Alessandria, en el norte de Italia, su padre, Giulio, fue comerciante antes de ser llamado a servir en las filas de las Fuerzas Armadas italianas durante la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, Umberto y su madre se mudaron a un pequeño pueblo cercano a la capital, Turín, donde Eco recibió educación salesiana.
Se doctoró en filosofía y letras por la Universidad de Turín en 1954 con una tesis que publicó dos años más tarde bajo el título “El problema estético en Santo Tomás de Aquino”, (1956). Trabajó como profesor en las universidades de Turín y de Florencia antes de ejercer durante dos años en la de Milán. Después se convirtió en profesor de comunicación visual en Florencia en 1966. Fue en esos años cuando publicó sus importantes estudios de semiótica Obra abierta (1962) y La estructura ausente (1968), de sesgo ecléctico. Desde 1971 ocupó la cátedra de semiótica en la Universidad de Bolonia. En febrero de 2001 creó en esta ciudad la Escuela Superior de Estudios Humanísticos, iniciativa académica solo para licenciados de alto nivel destinada a difundir la cultura universal. También cofundó en 1969 la Asociación Internacional de Semiótica, de la cual era secretario.
Su personalidad
Odiaba los lugares comunes y las frases hechas, y tal vez para evitar las inevitables —“Italia está de luto”, “Ahora somos más pobres”, “El hombre que lo sabía todo”—, el escritor, filósofo y semiólogo italiano Umberto Eco dispuso que la noticia de su muerte, acaecida la noche del viernes 19 de febrero, fuese acompañada por la de la publicación de un nuevo libro, como una invitación a recoger el testigo de su mirada crítica, a veces divertida y a veces voraz, de ese ensayo del mundo que es Italia.
Un cáncer con el que estuvo luchando varios años le venció la última batalla. Desde ese momento, “il professore”, yace para la inmortalidad en el Olimpo de los dioses de la literatura, la sabiduría y la humanística.
A la mañana siguiente de conocerse la noticia, los alumnos de Eco se acercaron a la plaza Castello para, silenciosamente, dejar rosas blancas bajo la casa de un maestro que, como escribe Juan Cruz, “era un sabio que conocía todas las cosas simulando que las ignoraba para seguir aprendiendo”.
¡Hasta siempre, Maestro!