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El homicidio de Nisman: CFK podría ser citada como testigo


De tantas veces negada, la posibilidad de que la investigación por la muerte del fiscal Alberto Nisman pase a manos de un juez federal lucía tan remota como improbable. Hasta ayer. El dictamen del fiscal Sáenz –quien tomó argumentos de las dos querellas para fundamentar lo que ya venía sosteniendo en los medios– instaló por primera vez en el expediente la palabra que desde hace un año ya aturdía en las calles: homicidio.


De ser convalidado por la sala VI de la Cámara del Crimen, el cambio de fuero en el que se investigará el caso conllevará otras dos noticias impactantes: que al menos hay dudas consistentes de que Nisman fue asesinado, y que ese posible crimen habría ocurrido a causa del trabajo de Nisman como fiscal federal de la Nación.


El paso siguiente, inevitable para cualquier juez que tome el expediente, debería ser la citación de la ex presidenta Cristina Fernández como testigo. ¿Los motivos? Antes de morir, Nisman la acusó de haber intentado encubrir el atentado a la AMIA de 1994 pergeñando, impulsando y firmando el Memorándum de Entendimiento con Irán. Pero no es todo: Cristina debería explicar qué hizo durante el domingo 18 de enero de 2015, cuáles fueron sus comunicaciones telefónicas ese día, cómo se enteró de la muerte de Nisman –en una cadena nacional afirmó haberse anoticiado por una llamada de la ex ministra de Seguridad Cecilia Rodríguez, pero el ex secretario de esa cartera Sergio Berni dijo haber sido él quien le avisó– y qué medidas dispuso en ese momento, por ejemplo.


Que quede claro: esa hipotética –pero cada vez más posible– cita judicial no vincularía de ningún modo a Cristina con el supuesto asesinato, pero necesariamente la incorporaría como protagonista del expediente. ¿Por qué sus funcionarios atiborraron el departamento de Le Parc la noche en que encontraron muerto a Nisman? ¿Por qué en sus cartas publicadas en Facebook primero avaló la tesis del suicidio (“el suicidio provoca, además, en todos los casos, primero: estupor, y después: interrogantes. ¿Qué fue lo que llevo a una persona a tomar la terrible decisión de quitarse la vida”, escribió) y tres días después sorprendió con una postura opuesta (habló de “el suicidio (que estoy convencida) no fue suicidio” y terminó con un rotundo “no tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas”)? Preguntas que cualquier juez debería formular.


La posible mudanza del inconcluso expediente Nisman hacia Comodoro Py entregaría también otra potente señal respecto a la nueva disposición de los jueces federales a mojar sus pies en las turbulentas aguas de la política: hace dos semanas, la jueza María Servini de Cubría aceptó tomar en sus manos la causa por el Triple Crimen de General Rodríguez, para unificarla con la del tráfico ilegal de efedrina. Como Nisman, se trata de otra bomba política. Y las dos preocupan al kirchnerismo.


Un fiscal afirmó en la causa que a Nisman lo mataron. Lo dictaminó el fiscal de Cámara Ricardo Sáenz. Es la primera vez que un funcionario judicial se pronuncia oficialmente.


Un año, un mes y siete días después de que lo encontraran muerto con un disparo en la cabeza en el baño de su departamento, por primera vez un funcionario judicial afirmó, en el marco de la causa, que la muerte del fiscal Alberto Nisman fue un homicidio. Ayer, el fiscal general ante la Cámara de Apelaciones de Capital Federal, Ricardo Sáenz, adhirió al reclamo de la familia de Nisman para que el caso sea investigado por la Justicia federal y no por la ordinaria.


El dictamen de Sáenz es parte del proceso judicial que se inició el 3 de diciembre, cuando los abogados de Sandra Arroyo Salgado, ex mujer del fiscal, y de Sara Garfunkel, madre de Nisman, le presentaron a la jueza Fabiana Palmaghini, un planteo de incompetencia. ¿Qué dijeron? Que las pruebas reunidas en el expediente eran suficientes para concluir que Nisman no se suicidó sino que lo mataron y que ese homicidio no fue por razones personales sino por su labor como fiscal federal. Por tanto el caso debía pasar al fuero Federal.


El 12 de febrero, Palmaghini consideró que era “prematuro” hablar de homicidio y rechazó el pedido. Los abogados apelaron ante la Cámara, que el viernes notificó a Sáenz y empezó a correr el plazo que vencía ayer para que éste adhiriera o no a las querellas. Y lo hizo, aunque su dictamen no es vinculante. Ahora será la Sala VI, integrada por Rodolfo Pociello Argerich, Marcelo Lucini y Mario Filozof, la que definirá si confirma la decisión de Palmaghini o da la razón a las querellas y el fiscal, y declara la incompetencia de la justicia ordinaria. Esa decisión la tomará cinco días hábiles después de la audiencia de partes convocada para el 18 de marzo.


Siguiendo entonces los pasos procesales, Sáenz entregó ayer un dictamen de nueve páginas en el que explicó por qué no coincidía con Palmaghini en que la presentación de las querellas estaba fundada en “deseos personales”, sino “que se asientan en las pruebas existentes en la causa”. Y le recordó a la magistrada que ella misma, en otras oportunidades, había admitido el contexto histórico en el que el fiscal murió. Esto es: cuatro días después de haber denunciado por presunto encubrimiento en la causa AMIA a la entonces presidente Cristina Kirchner y varios de sus funcionarios, y el día previo a defender esa denuncia en el Congreso nacional.


Según el fiscal general y Pablo Lanusse, abogado de Garfunkel, al estar ante la sola posibilidad de que Nisman “haya sido asesinado cuatro días después de esa denuncia, la investigación debería ser proseguida por la Justicia Federal”.


Pero el fiscal coincide con las querellas en que existen tanto pruebas objetivas como subjetivas en la causa que permiten concluir que Nisman “ha sido víctima del delito de homicidio”. Y es, sin duda, el resultado de la prueba de disparo que se realizó en el laboratorio de Salta, el dato concluyente.


“El arma que produjo la muerte de Nisman siempre deja residuos de disparo, aún después de 20 horas, mientras que en las manos de la víctima no se encontró ninguna partícula característica de deflagración. Por ende, no caben dudas ya, de que no fue Alberto Nisman quien disparó el arma que le dio muerte, lo que necesariamente lleva a concluir que fue víctima de un homicidio”, sentenció Sáenz.


El escrito destaca también las declaraciones de la secretaria letrada de Nisman, Soledad Castro, y del dirigente de AMIA Waldo Wolff, para demostrar que Nisman no estaba deprimido. Menciona, además, las declaraciones del médico que dijo que el cuerpo de Nisman fue movido, la inhabitual posición de disparo, el borrado seguro de los aparatos electrónicos del fiscal y la investigación del fiscal federal Guillermo Marijuán sobre que hubo “zona liberada”. Finalmente, Sáez adhiere a la hipótesis de Lanusse sobre “la utilización de un arma amiga como arma asesina” como la mejor forma de simular luego un suicidio. Por eso el fiscal volvió a insistir en el rol del informático Diego Lagomarsino, imputado por haberle prestado la pistola Bersa calibre 22 que lo mató.


Nisman sigue como 'muerte dudosa': la Junta médica entregó dos informes discordantes


La junta médica que busca aclarar puntos en discordia en la investigación por la muerte del fiscal argentino Alberto Nisman entregó este jueves dos informes sin llegar a un acuerdo en las conclusiones, informaron fuentes del caso.


Según la agencia oficial Télam, la fiscal Viviana Fein, encargada de la causa que busca determinar cómo murió Nisman, recibió dos informes, uno de los peritos oficiales y otro de los peritos de la querella.


El documento oficial fue firmado por un grupo mayoritario, en el que se encuentran los peritos del Cuerpo Médico Forense, los que realizaron la autopsia, los de la división de medicina legal de la Policía Federal y el representante de Diego Lagormarsino, ex-colaborador de Nisman y único imputado hasta el momento en la causa por haber prestado al fiscal el arma que le mató.


En cambio, los peritos de la querella entregaron su informe por separado y mantienen disidencias respecto al otro grupo, en especial sobre la fecha de muerte de Nisman, que sitúan en algún momento de la tarde o noche del sábado 17 de enero, mientras que el documento oficial sostiene que el fiscal murió entre la mañana y el mediodía del domingo 18.


Según trascendió, los peritos oficiales también acordaron que Nisman tuvo una breve agonía tras el disparo y que el fiscal se encontraba de pie frente al espejo del baño de su departamento y no de rodillas, como asegura la querella.


La fecha y hora de la muerte, la posición del cuerpo de Nisman y la existencia de espasmo cadavérico son tres de las principales diferencias entre las opiniones de los dos grupos de peritos.


La querella, encabezada por la ex-mujer de Nisman, la jueza Sandra Arroyo Salgado, asegura que el fiscal fue asesinado y los peritos que la representan no firmaron el informe oficial.


La fiscal Fein deberá ahora evaluar los datos de los informes con el documento que llevará a cabo una junta criminalística.


Nisman, fiscal especial que investigaba el atentado contra la mutualista judía AMIA que dejó 85 muertos en 1994, fue encontrado muerto el pasado 18 de enero con un tiro en la cabeza cuatro días después de acusar a la presidenta argentina, Cristina Fernández, de orquestar un plan para encubrir a los supuestos autores iraníes del ataque.


En definitiva más de un año después, la causa todavía considera al fallecimiento de Nisman como “muerte dudosa”.


Para llegar hasta el final hay que volver al principio.


¿Se acuerdan? Era el domingo 18 de enero del año pasado. Los custodios de Nisman no lo encontraban, llamaron a su secretaria, buscaron a su madre y al cerrajero y todo eso. Ok. Pero resulta que lo buscaron desesperadamente durante 11 horas y cuando el cerrajero abrió la puerta –que finalmente no estaba cerrada con llave– sólo entró uno de los dos custodios que buscaban al fiscal. El otro se quedó abajo, lo más campante. Y el que entró dio unas vueltitas por ahí hasta que la madre del fiscal le dijo que fuera a fijarse en el baño porque veía luz. Y entonces fue y vio “al doctor caído sobre un charco de sangre”. Ese custodio –justo ése, de los 10 que estaban asignados a la función– no debía trabajar ese día: a las 48 horas tenía una operación para extirparse un riñón.


Sólo para mal pensados: ¿Había algo especial ese día por el que ese policía, y no otro, debía estar ahí?


Cuando vieron “el cuerpo del doctor” llamaron a Swiss Medical y un médico de esta prepaga llegó antes que la ambulancia del SAME, que igual llegó después pero le dijeron que ya no hacía falta. Sin embargo, más tarde el secretario de Seguridad Sergio Berni apuraba a la fiscal Viviana Fein para entrar al baño porque “mire si el fiscal todavía está respirando”. Pero ya eran como las 2 de la mañana, y al SAME le habían dicho que no hacía falta que los médicos lo vieran. ¿Berni temió que Nisman estuviera con vida después de que le dijeran al SAME que se fuera porque el fiscal ya estaba muerto?


Contradicciones. Improvisación. Tal vez, éste sea un caso para mal pensados.


Para cuando llegó la fiscal Fein, en el departamento habían estado, además de Berni, el director de Inteligencia Criminal, el jefe de la Policía Federal, el subjefe, el comisario general del que dependía el departamento de custodias y los dos jefes de ese departamento. La plana mayor de la Federal en el único barrio porteño donde no tiene jurisdicción: Puerto Madero está a cargo de la Prefectura.


Nunca nadie explicó qué hacían todos ellos ahí. Por qué fueron. Quién los llamó. Para buscar 11 horas a Nisman hubo apenas dos policías. Para encontrarlo muerto, sólo uno. Pero para entrar a la escena del crimen, unos 20, incluyendo a la plana mayor. Pocos cuando había que buscar y muchos cuando había que preservar, observar, no pisar. Todo al revés de lo que indican los manuales que todos esos policías estuvieron leyendo durante toda su carrera.


¿Esto fue casualidad? Definitivamente, éste es un caso para mal pensados.


La investigación avanza a paso de tortuga pero ya no se puede afirmar que no se sabe nada. Se sabe que el arma que Lagomarsino dice que le prestó a Nisman deja huellas de pólvora en cualquier situación en la que se dispare. Pero resulta que Nisman no tenía rastros de pólvora en las manos. No sólo eso: el arma tampoco tenía las huellas digitales del fiscal ni de nadie. Es decir, no hay rastros de la pistola en Nisman ni de Nisman en la pistola. ¿Nisman se disparó utilizando un guante y luego se lo sacó, lo tiró al inodoro y apretó el botón de la descarga para finalmente morir? Cualquier explicación que quiera derribar la fuerza de estos indicios es un viaje al ridículo.


También se sabe que el primer médico que vio el cuerpo de Nisman, el de la prepaga, dijo que el cadáver no estaba ubicado como luego lo fotografiaron los peritos policiales, sino en una posición diferente.


Si el médico vio el cuerpo de una forma, se fue, y luego el perito policial fotografió al cuerpo de otra, únicamente hay dos opciones posibles: o Nisman estaba vivo y cambió de posición luego de que lo viera el médico de la prepaga, o alguien lo movió entre que se fue este profesional y llegó el fotógrafo policial. Esa fue la hora aproximada en que los médicos del SAME esperaban abajo de las torres Le Parc hasta que alguien les dijo que se fueran.


La primera opción no es posible. Todos los forenses opinaron que Nisman murió al menos 12 horas antes de que hallaran su cuerpo. De modo que el cadáver fue movido por alguien. Acomodado para algo.


Los profesores de Criminalística suelen repetir una máxima: lo que no es, no es. Significa que no hay que ver indicios donde no los hay. Pero, ¿qué hacemos con los que hay? Todas las pruebas que se conocen hasta ahora indican que Nisman no se disparó. Y que su cuerpo fue movido o acomodado tras su muerte. ¿Sigue abonando esto la hipótesis de un suicidio?


Los datos indican que el animal que estamos buscando tendría cuatro patas, estaría cubierto de pelo y ladraría. Pero la fiscal Fein, hasta que estuvo al frente del caso, parecía no ver ninguna evidencia si ésta no encajaba con una gallina. Hay que volver a los manuales. Lo que no es, no es.


Si la fiscal Fein temía equivocarse, hubiese sido mejor hacerlo con la certeza de una evidencia parcial –eso se llama semiplena prueba– que con la incertidumbre de un supuesto incomprobable. Si la Justicia concluía que fue un suicidio, ¿cómo sostendría una mano sin pólvora y un cadáver que se mueve solo?


Antes de abandonar el caso, la fiscal Fein mostró que no pensaba revisar nada de aquellos primeros momentos de la investigación, cargados de sombras. “Todo lo atinente al procedimiento que se llevó a cabo el día del hecho en el interior del departamento del nombrado, en especial en el baño en que se halló su cuerpo, quedó debidamente acreditado con las manifestaciones del personal policial que labró las actas que dan cuenta de lo actuado”, argumentó, en perfecto lenguaje de expediente.


Sólo para mal pensados: los policías que labraron las actas lo hicieron bajo supervisión de todos los máximos jefes posibles, paraditos ahí, al lado de ellos, en vivo y en directo. ¿Entonces fue ésa su misteriosa misión? ¿Ver cómo labraban las actas sus subordinados? ¿Controlar qué ponían y qué no?


El caso tiene otra certeza. Tantos funcionarios durante tanto tiempo en el departamento fueron los ojos y los oídos de la Presidenta acusada por el fiscal muerto en la escena del crimen. Por eso la querella pidió citarla como testigo. Ella podría contar cómo se enteró y con quiénes habló aquel domingo: Cristina dijo por cadena nacional que quien le avisó que Nisman estaba muerto fue la ministra de Seguridad Cecilia Rodríguez, pero Berni sostuvo que fue él quien le contó lo sucedido. ¿Y qué dijo ella? ¿A quién? ¿Dio alguna orden? ¿Cuál? La Justicia no puede darse el lujo de dejar esas preguntas sin respuesta.


Allá lejos y hace tiempo quedó la única declaración del espía Jaime Stiuso tomada por la fiscal. Fue un martes de carnaval del año pasado, en secreto. El ahora jubilado agente de la SIDE trabajó con Nisman en la causa AMIA durante años, pero su testimonial ante Fein ocupa apenas cuatro hojas.


El edificio donde vivía Nisman durante las primeras horas tras conocerse que había aparecido muerto.

Eso a pesar de que varias de las últimas llamadas de Nisman fueron hechas a sus teléfonos. El dijo que no atendió: “Tenía el tono bajo porque me acosaban los periodistas”, se justificó. Fein no le preguntó por qué luego no devolvió esas llamadas. Se ve que tampoco le pareció importante.


Al final, Stiuso dijo que “tanto Alberto (Nisman) como yo fuimos amenazados, al igual que nuestras familias”, y que “le llamó la atención la muerte sorpresiva, que nunca lo hubiese esperado de una persona como Nisman, apasionado por su trabajo”.


No está explícito pero está claro: lo que nunca hubiera esperado era un suicidio.


Ahora Stiuso volvió al país y declarará de nuevo. Ojalá sea más verborrágico que los custodios de Nisman. Citados ya como imputados, la semana pasada se negaron a declarar. Aunque siguen perteneciendo formalmente a la Policía Federal, no abrieron la boca.


Cuatro días antes de morir, Nisman le dijo a la periodista Natasha Niebieskikwiat: “Yo puedo salir muerto de esto”. Fue en las horas en que llamaba a Stiuso y no le contestaba. En que agentes de Prefectura se sentaban frente a su edificio para vigilarlo. En que un custodio que sería operado el martes decidiera trabajar el domingo.


No hay caso. Para llegar hasta el final hay que volver al principio.


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